Fue hace unos años cuando realmente “comprendí” esto del misterio de la resurrección. Cuando las cosas pierden sentido ante lo peor, cuando aparece la muerte y la desesperanza, cuando la oscuridad se apodera de todo.
Nos enterábamos de la muerte de un estudiante de 11 años. Hace unas semanas habíamos
asistido al funeral de otro que apenas bordeaba los 14. Situaciones fortuitas que
nos confrontaban con la muerte sin sentido. Si es que la muerte puede tener
alguno. ¿Cómo acompañas en el dolor a esos niños? Recuerdo las palabras de
Julio en ese momento. En el silencio sepulcral de la capilla, donde se escuchaba
solo los sollozos de los compañeritos. El cirio encendido. Cuando no existe
palabras de consuelo. Simplemente, abrió la Biblia y leyó el texto: “Yo soy la
luz del mundo, el que cree en mí, aunque muera, no morirá”... Evangelio de Juan.
Hizo que los chicos trajeran unos
papelógrafos y dibujaran todo lo que recordaban de su amigo. Luego, cada grupo
fue compartiendo lo realizado. El silencio y el dolor por un instante se convirtió
en conversación y risas. Asomó de manera extraña atisbos de alegría. Estaba
vivo, sus recuerdos le retornaban la vida...Y luego la frase "ahora él vive en
ustedes”.
En el otro entierro, unas
semanas atrás, Julio había repetido esa frase al final del funeral, mientras se
acercaba a los padres desconsolados del primer
estudiante. Ellos, con el llanto atragantado, aferrados a una imagen de la
virgen que el pequeño les había regalado; se agarraban a él como quien se
aferra al último vestigio de la vida del hijo muerto. Entonces, la frase resonó
en ellos con la fuerza de un rayo: “No
hay palabras de consuelo para acompañar su dolor, sólo quiero decirles, que su
hijo hoy está más cerca de ustedes y más vivo que nunca. Porque hoy está en el corazón
de ustedes y vive ahí, está en ustedes”. Entonces fue como si algo se hubiera despejado
en mi mente racional y en mis cuestonamientos heredado de adolescente.. Qué
ausencia más grande la que nos deja la partida de alguien. Pero la memoria
evoca la vida en medio del sinsentido y el vació de la muerte, esa que nos
arrebata la certeza de nuestra humanidad. Pero entonces, los que ya no están ¿viven en nosotros?. ¿Es
lo que Jesús decía no?. Esa manera de ver a Dios que no funciona como una droga que adormece.
Ni tampoco como una explicación fantasiosa, ni siquiera como un dogma. Es la
afirmación que sale desde lo profundo del corazón. La afirmación de la vida que
se niega a morir. La afirmación de la existencia. El vacío se enfrenta con la Presencia.
Pero solo la experiencia del dolor de los hermanos más pequeños, me ayudaron a
comprender. Me imagino a los discípulos rezando profundamente. Evocando la
memoria de Jesús, la presencia de Jesús, no solo sus enseñanzas, sino también
su testimonio. Y entonces esa experiencia de oración compartida, de acompañarse
en el dolor y en el sufrimiento. Escondidos por el miedo, recurriendo a lo único
que les sonaba más fuerte del maestro…”oren”… “oren”… Entonces, algo se siente,
se infla el corazón, sopla desde ahí con toda la vitalidad…y su memoria se hace
recuerdo presente una y otra vez…Memorial…Y la única manera de describir lo vivido,
cuando sientes esa presencia
traquilizadora, abarcante es…nada…sólo caer de rodillas, como Tomás, afirmando “Señor
mío y Dios mío”. Y luego sales a gritar “está
vivo, ha resucitado”. Y esa experiencia hace dos mil años, la sentí ese día en
esa capilla dominada por la muerte y la desesperanza. Y la certeza que
cualquiera puede experimentar la resurrección, "no está muerto, sigue vivo entre nosotros". Y el cuerpo de Jesús no es
prueba de nada. Nunca buscó serlo. Los discípulos lo sabían, por eso las
narraciones del sepulcro vacío son tan contradictorias para la época, porque no
interesa quedarse en el sepulcro buscando el cuerpo de un muerto. Hay que salir
de la tumba, y anunciar la vida.
Y entonces recuerdo la frase, esa que se dice una y otra
vez, después de la consagración en la eucaristía…”Este es el Sacramento de
nuestra fe”. (Esto es lo más importante)…y todos respondemos…"Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección" Eso es lo central de nuestra experiencia de fe. O debería serlo…
Confieso que al menos un par de obispos peruanos me generan
repulsión, los siento tan alejados, y con todo el entusiasmo de Francisco, es difícil
que logre hacer reformas que se sean hoy tangibles. El, muchas veces también es parte del problema. Pienso entonces en
aquellos que me transmitieron su experiencia de fe...Mi madre, mi nana, mi
abuela, Vicente, Julio, tantos otros. Y
por más obispos estúpidos que haya, por más que la doctrina esté desfasada y
tengamos que seguir luchando cada día. A
pesar de que las mujeres sean la cola del catolicismo, y la población LGBT sea
atacada por los fariseísmos de la institucionalidad eclesial, no nos
arrebatarán la experiencia de la resurrección.
Y seguiremos gritando y anunciando…porque el Dios del amor ha vencido la
muerte, el temor, la desesperanza. Y nos acoge a TODOS, a pesar de todo lo que
hayamos hecho o dejado de hacer. Y ese Dios de Jesús llega a todos y para todos, con libre invitación.
Feliz Pascua de Resurrección.
Nota: Imagen tomada del FB de José Enrique Rodríguez.
Nota: Imagen tomada del FB de José Enrique Rodríguez.