6 de julio de 2012

¿Qué significa ser maestro?

Pablo Cárdenas Garaycochea



En estos años, ser maestro ha sido para mí, antes que nada, una experiencia de aprendizaje…y aprender mucho…y quedarse a mitad del camino de otros tantos saberes...ha significado, entre otras cosas :

Creer en la posibilidad de cambio, o tal vez en la posibilidad de que los estudiantes sean ellos mismos, aun cuando ni ellos crean en sí mismos. 

Saber que cuando uno tiene la intuición y casi la certeza de por dónde irá la vida de alguno de tus estudiantes, no renunciar a la esperanza de que puede cambiar...o más bien de que aprenda a ser él mismo.

Nadar en medio de la frustración y la paciencia, pues sabes que volverán a cometer exactamente el mismo error, pero, a pesar de eso, no renunciar a la esperanza de que puede ser diferente.

Escuchar a una niña hablar de las locuras de su madre o su padre, saber que su papá o su mamá no cambiarán, que el contexto será así, y asumir que hay muchas veces en donde no te corresponde intervenir…sólo acompañar con ternura.

Aprender que uno es un referente, uno no es padre, ni madre, uno puede ser referente paterno o materno, pero jugar a reemplazar a papá o mamá, hace daño.No somos padres de los estudiantes, ni mamás…somos sus maestros…si nosotros confundimos los roles, ellos también lo harán…la confusión genera distorsión y tergiversación. 

Escuchar en un patio a una niña llorar desconsoladamente porque su padre agoniza, y descubrir que solo queda el silencio, el abrazo, y la oración. Acompañar cuando han perdido un compañero o un amigo del salón…y sentir cómo el tiempo va cerrando heridas y curando procesos…y mientras tanto con paciencia entender las contradicciones y los sentimientos encontrados cuando sienten odio, rencor y tristeza por aquellos que ya no están. 

Sentir el llanto desconsolado, abrazar, tranquilizar. Los seres humanos muchas veces necesitamos de la experiencia reparadora del llanto y las lágrimas. 

Luchar contra la tentación de sentirse un dios transformador del mundo, y reconocer que a lo más uno es una gota de agua que orada en la piedra.

Sentir la emoción cuando un estudiante logra reconciliarse con su historia personal. Guardar silencio y tan solo escuchar. 

Sembrar junto a los padres y las familias, o tal vez sin ellos, ese calentador en el alma que haga que el mundo, en el futuro, no les congele el corazón. 

Ver más allá de lo evidente…los zapatos…las uñas, el cabello, la maleta o mochila, una camisa con cuello sucio o unos ojos achinados…

Ver a los ojos y mirar de frente. Los ojos son las ventanas del alma… desde ahí uno puede contemplar la pureza y la inocencia…también la mezquindad y el egoísmo.

Descubrir que como profesores nos encanta dar las normas y las reglas, y a veces nos gusta exclamar como jueces justicieros: “se lo merece”. Entonces…callar y aprender que no debemos ver lo que un estudiante “se merece”, sino ver qué es “lo que necesita”.

Saber que cuando un estudiante comete alguna falta, del tamaño que sea, la pregunta no es ¿cuál es la sanción? o ¿cuál es el castigo?, sino que la pregunta debe de ser “¿qué es lo más formativo para el estudiante?”.

Gozarse las salidas de campo. Saber que la experiencia fuera del aula marcará más que el 90% de tus clases minuciosamente preparadas. 

La clase que mejor prepares será la que menos aprecien. Luego…preparar siempre las clases lo mejor posible, a pesar de todo.

Cuándo más necesites avanzar, menos ganas tendrán de trabajar.

Asumir que no se acordarán de casi nada de lo contenidos que les enseñes…solo recordarán la anécdota, la frase mágica, el chiste o el cuento de las lagartijas. Por eso, saber contar anécdotas, tener frases mágicas, contar cuentos con pasión, y aprender a reírse uno mismo.

El que se pica pierde…si se ríen de ti, pues reírse con ellos, probablemente tengan razón de reírse de algunas de tus excentricidades, defectos, o limitaciones…o miedos disfrazados de autoritarismo.

El silencio habla del respeto…si te callas, ellos y ellas aprenderán a callarse y aprenderán a escuchar.
Los gestos y las palabras que tú menos creas pueden ser significativos. 

El colegio o el estado, nunca nos pagará lo que realmente merecemos.

Emocionarse cuando después de años, recuerden la vieja lección aprendida. 

Cuando pasen los años y veas a los que estuvieron en tus aulas; sorpréndete y alégrate de su éxito; contempla con paciencia las historias de fracaso y frustración..y recuerda, una vez más, que uno no es Dios. 

Dejar partir, dejar marchar.

Recordar las frases que aprendí de mis grandes maestros:

  • Recordar que la academia es la excusa para formar integralmente a nuestros estudiantes. 
  • Un buen profe, es un profe con piojos. Los piojos normalmente los traen los niños, un profe cercano se contagiara de manera irremediable… 
  • Cada año tus estudiantes tendrán la misma edad, tú tendrás un año más.
Finalmente, estoy convencido de que es un estilo de vida al que vale la pena dedicarle la vida, entregar el corazón y gozárselo desde el alma…sino, mejor dedicarse a otra cosa...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bonito artículo Pablito felizzzzzzzzz díaaaaa..

Henry Paredes