Lo que veo es la construcción de
un enemigo al cual estigmatizar: el malo a quien odiar. El enemigo es feo,
sucio, vil, es una amenaza. Falta de empatía, dificultad de ponerse en los
zapatos del otro. Odio visceral. Mucho miedo al “desconocido” al que no es
igual. Ignorancia y falta de educación: “Mis hijos los educo Yo”. Ahí está el
resultado: Falacias, desconocimiento científico, desconocimiento legal,
desconocimiento histórico, desconocimiento bíblico histórico. Ergo, opiniones
sin razonamiento ni cuestionamiento. Dominio de los prejuicios y la
intolerancia. Y de la mano: la matonería, la agresión, el insulto. Pues aquí la
paradoja… Salen a defender la educación haciendo una muestra de una educación
formal, familiar y social que no ha desarrollado varias dimensiones: comprensión lectora, análisis de
la realidad, pensamiento crítico, tolerancia, empatía. En síntesis…la ignorancia
se apodera una vez más.. Y es transversal, en todos los estratos.
Y ahí es donde tenemos un deber.
Como ciudadanos, hablar sin temor pero con razonabilidad. Fomentar la
discusión, la lectura, dar razones. Argumentos válidos y razonables. Las opiniones
sin argumentos se vuelven mentiras. Critica, cuestiona, duda. Duda de lo que yo
mismo te tengo que decir. De lo que crees. No tengas miedo. No tengamos miedo
de enseñar eso. A tus hijos e hijas, a tus sobrinos y sobrinas.
Como creyentes, si es que lo
somos. Dar razón de nuestra fe. La religión puede ser bella muestra de un vínculo
con lo trascentendente, con lo divino. Pero una religión que se ciega en sus
dogmas y olvida lo central, se vuelve vil, manipuladora, se asienta en la
ignorancia, en el miedo y en la obediencia sin cuartel. Y se vuelve
despreciable. Droga del pueblo. Esa es la que hay que combatir, porque esa es
la perversión de la religión (la que denuncia Marx y Freud, que tanto miedo le
tienen esos perversos creyentes que han perdido el centro de la experiencia
religiosa de la fe). Entonces, no tengas miedo a ver lo humano y antropológico
de la experiencia religiosa. Te volverá más humilde y te acercará a lo divino.
Y despertará tu sabiduría y tu tolerancia. Los sabios religiosos son tolerantes
con lo diverso, cálidos con el extranjero, acogedores con el desconocido. ¿Lo
hemos olvidado?
Como católico, si lo eres: Hay
profundos desafíos, más aún después de lo visto en estos días. Los cristianos
más fundamentalistas unidos a los católicos más conservadores. Los obispos, una
vergüenza y una desilusión una vez más. El de Arequipa y Lima me generan
repulsión, ira, pero más aún lastima. Porque desprecian a otros seres humanos
en nombre de Dios. En nombre del Dios de Jesús. En el nombre de la “doctrina
del amor”. La conferencia episcopal se presta al juego… Es vergonzoso… Los
nuevos fariseos a los que Jesús tanto cuestionó. “Sepulcros blanqueados” los
llamó porque dentro se esconde la
miseria, los gusanos, la pobredumbre.
Yo quiero una iglesia tolerante,
inclusiva. Que busque la igualdad. Y eso está en el mensaje de Jesús. Y entonces,
la doctrina es la que debe de cambiar. Y eso no es ser hereje. Leamos más, no
le tengamos miedo a lo que la ciencia tiene que decir. Conozcamos los contextos
bíblicos para poder opinar con conocimiento. Demos razón de la fe. Eso es lo
que nos demanda estos tiempos. Fe coherente, razonable. No fe dogmática. Sino la
que nace de la experiencia del encuentre de Dios a la manera de Jesús en el
corazón de cada uno de nosotros. La que habla de la misericordia y el perdón.
Esa fe que debe de nutrirse también de un conocimiento de la historia y la
antropología de los hechos bíblicos.
Hay una visibilización de los
grupos que antes eran invisibles y hay un leve, muy leve camino avanzado. De otro
modo no se explican las respuestas tan agresivas, rabiosas, virulentas e
intolerantes. Hay que seguir. Seguir y seguir.
Lee, abre tu mente, sin miedo,
mira la realidad, compara, argumenta y sólo ahí construye opiniones con
argumentos válidos. Y obliga a que los otros hagan lo mismo. Es nuestro deber. Como
ciudadanos…como creyentes…como católicos.
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